B. Daniel Rojas Flores
13 de febrero del 2012
A partir del 30 de marzo del 2012 es que oficialmente darán inicio las campañas para una nueva e inédita jornada en búsqueda de quien será el siguiente Presidente de México. El simple hecho de celebrarse le da el calificativo de históricas, lo novedoso y nunca antes visto es el marco que regirá esta contienda electoral.
Serán, legalmente, las elecciones con los períodos de campaña más cortos que hasta el momento se hayan registrado y en términos monetarios, las más caras jamás realizadas.
El presupuesto para el IFE en 2012 que estableció el Gobierno Federal es de 15,953 millones 906,379 pesos. De este monto, los partidos políticos recibirán 5,292 millones 486,351 pesos, lo que deja una cantidad de 10,661 millones 420,000 pesos correspondientes al órgano electoral. En contraste y solo como dato, la Procuraduría General de la República (PGR) registró un recorte de 480 millones de pesos respecto al ejercicio 2011, por ello el presupuesto para 2012 será de 14,905 millones de pesos. Estas cifras tiene un mayor contexto si entendemos que lo que reciben en 2012 los partidos políticos es equivalente al presupuesto de la Secretaria de Turismo o de la Secretaria de la Reforma Agraria, siendo que el turismos genera casi un peso de cada diez que se producen en el país.
Esta cantidad de dinero es equivalente a 31,900 casas de 500 mil pesos, a 2, 658,900 salarios de 6 mil pesos, a casi 8 millones de becas escolares de 2 mil pesos, a 1,329 millones de kilos de tortillas, etc. Ahí está el número y póngale el dato que crea conveniente. Sin duda la democracia es cara.
Pensar en elecciones sin un marco legal que las rija, es igual de absurdo como indeseable. Pero la realidad es que hemos tenido que invertir tales cantidades de dinero como sociedad, para poder creer en que los resultados son reales. Sin una autoridad que fuera la responsable de dichos comicios, el caos y las disputan tendrían otros alcances.
Pero el punto medular no radica solamente en los montos y plazos de las campañas, es aquí, ante el significativo costo que representa un acontecimiento de tal magnitud, que debe exigirse en el contenido de las mismas. El concepto de campaña política es un sinónimo de dinero mal empleado, de derroche, de despilfarro.
Las conductas históricas del acarreo, los discursos sordos que nunca escuchan solo evangelizan, con sermones llenos de vicios e incongruencias vienen a la mente cuando se habla de tiempos electorales. Partimos del principio equivocado que las campañas son para engatusar, para prometer, pero no para cumplir.
Incongruentes desde su nacimiento, donde las campañas austeras deberían ser el reflejo de una clase política sencilla y sensible a la situación económica nacional, se recurre a dinero y más dinero para que quienes tienen una ventaja traten de mantenerla y que para quienes están lejos traten de revertir los datos.
Si el argumento en respuesta, que además es cierto, es que los proyectos de cada candidato, tienen detallado en cada una de sus ramas sus posibles formas de actuar, en la mayoría de ellos no se profundiza en temas esenciales además de que en la realidad práctica es que dichos temas son borrados en cada mitin, en cada foro, en cada entrevista. Las campañas se centran en la promesa y nada más. Queda exiliado del discurso un proyecto de Nación, ni de largo ni de corto plazo, al contrario, pareciera que las partes en su necesidad de polarizarse, nos ofrecen como mayor baluarte la seguridad de que quien gane, sin saber a forma cierta que hará, si estaremos seguros que hará lo contrario a sus oponentes.
Esta vez, por regulación oficial, las llamadas campañas de desprestigio no podrán realizarse, pero en esta disposición no entran los medios digitales entiéndase como tal el internet y las tan de usadas redes sociales; donde por medio de la ley de todo se vale, se dejaran ver los lados más obscuros de la campañas, con las propuestas sociales más pobres, donde la desacreditación y el desprestigio serán el objetivo a conseguir. Tema socialmente delicado, parecía que fomenta la división y el enfrentamiento, todo en aras del voto.
La Reforma Electoral que se precisa, aquella que habla de los candidatos independientes, aquella que habla de la no necesidad de pertenecer a un partido político para aspirar a un puesto de elección popular, aquella que observa la posibilidad de la consulta ciudadana sobre aspectos relevantes de la Nación, sigue siendo un deseo y no una posibilidad.
Carlos Elizondo Meyer comentó “Más allá de los catálogos de promesas, no hay siquiera claridad ideológica que permita entender qué tipo de modelo de país tienen los candidatos;… todos seguirán prometiendo banalidades o tonterías mientras no les cueste en el debate público”.
Todo esto, en el entorno de una sociedad donde un efectivo de las Fuerzas Armadas, quien arriesga su vida por defender y apoyar al pueblo mexicano, más allá de si se está en concordancia con la estrategia de seguridad implantada por el Gobierno Federal, se le asignan 30 pesos al día para ración alimentaria, y a un reo que agredió a la sociedad, homicida, secuestrador, narcotraficante, se le asignan 50 pesos para su alimentación diaria. No parece irreal.
Por ello da la impresión que un país donde no hay dinero ni capacidad para cubrir emergencias como la alimentaría, de seguridad, de oportunidad de trabajo entre otras, si se tenga dinero para que todos paguemos elecciones extraordinariamente caras, tan caras como se necesite por la impresionante estructura que debe desplegarse para tener algún grado de certeza en el resultado, ya que no confiamos en quien nos gobierna, no obstante, es recurrente ver a esta misma clase política quejarse de los resultados de los comicios, ¿pues no por ello nos gastamos tanto dinero?.
En un país donde el pueblo pobre paga una elección tan cara para cuidar que la clase política no recurra a viejos vicios, no parece ser que nada este fuera de su lugar, todo está en su lugar en el reino del revés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario